Plátanos. Con gran cantidad de potasio, fundamental para el correcto equilibrio líquido del organismo, lo que garantiza una presión arterial adecuada. Además, una dosis alta de potasio favorece la eliminación de sodio, que consumimos, principalmente, en forma de sal, con sus efectos nocivos sobre la tensión.
Mejillones. Otra de las fuentes ricas en potasio, aunque hay que moderarlos ya que su contenido en sodio –los de lata– podría ser contraproducente.
Leche desnatada. En la mayoría de los estudios epidemiológicos se observa que una baja ingesta de calcio está asociada a un predominio de hipertensión. La mejor fuente de calcio es la leche, que, descremada, puede aportar incluso más. Si no te gusta o eres intolerante a la leche, la opción son los pescados pequeños que se comen con espina o sardinas en lata.
Chocolate amargo. Investigadores de la Universidad de Colonia, Alemania, han demostrado que el consumo de chocolate negro produce una caída significativa de la presión arterial. La explicación radica en el poder antioxidante de sus flavonoides polifenólicos, produciendo un mejor flujo sanguíneo.
Dátiles. Durante la desecación, se reduce su contenido de agua, lo que da paso a una mayor concentración de sus nutrientes, entre ellos el potasio, fundamental para controlar el equilibrio del agua de dentro y fuera de la célula.
Tomate. Su principal componente es el licopeno, de gran poder antioxidante; ayuda a mantener la salud de las arterias, conservando su flexibilidad para dilatarse y contraerse al paso de la sangre.
Berenjena. Tienen grandes cantidades de magnesio, mineral que evita los edemas y permite que la tensión se mantenga en sus valores adecuados.
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